Nuestro serial de publicaciones sobre los elementos químicos descubiertos por investigadores de nuestro país concluye hoy tras analizar la historia del platino y el wolframio. Hoy investigaremos sobre el vanadio, un metal esencial para la vida de algunos organismos, así como para la fabricación de instrumentos de acero.
El vanadio (V) es un material de número atómico 23 y que forma parte del grupo de los metales de transición de la tabla periódica, al igual que el platino y el wolframio. Es poco abundante, destaca por su ductilidad, maleabilidad y dureza, tiene un color blanco agrisado y se emplea principalmente para realizar aleaciones. El científico madrileño Andrés Manuel del Río fue quien lo descubrió hace casi 220 años, pero sus hipótesis fueron rechazadas en un principio y confirmadas treinta años más tarde.
Este elemento químico se emplea principalmente como aditivo en aceros para realizar instrumentos quirúrgicos, herramientas, ejes de ruedas, engranajes y algunos componentes de reactores nucleares, por ejemplo. También actúa como estabilizador con el objetivo de garantizar un mayor agarre en las llantas de los vehículos y como catalizador en las reacciones químicas.
Asimismo, es un metal esencial para la subsistencia de organismos como el hongo amanita muscaria, las enzimas de algunas algas o las ascidias, unos animales marinos de la familia de los tunicados. En los humanos aún no está demostrado que sea esencial, pero sí existen ciertos compuestos que imitan la actividad de la insulina.
Andrés Manuel del Río descubrió este metal en 1801 mientras examinaba muestras minerales de plomo en la localidad mexicana de Zimapán, donde ejercía como profesor de mineralogía. Tras preparar varios compuestos con éste, Del Río no estaba seguro de lo que había hallado, por lo que envió una muestra del mineral al polímata alemán Alexander von Humboldt para que se estudiase en Europa. En París, el químico Collet-Descotils la analizó e informó erróneamente que la muestra tan solo contenía cromo y negó el descubrimiento de un nuevo elemento.
En 1831, el químico sueco Nils Gabriel Sefström volvió a descubrirlo mientras trabajaba en un óxido obtenido a partir de minerales de hierro, de manera que el pedagogo y químico alemán Friedrich Wöhler realizó un segundo análisis y confirmó el hallazgo de Andrés Manuel del Río. Sefström decidió llamarlo vanadio, puesto que no existía ningún otro material de la tabla que tuviera la letra uve asignada hasta la fecha y también en conmemoración de la diosa Vanadis de la mitología nórdica.