Supondría el fin de la sociedad tal y como la conocemos hoy por la escasez de metales básicos para las nuevas tecnologías
Como comentábamos en nuestro post anterior, las consecuencias de dejar de llevar a cabo las funciones de extracción de minerales serían múltiples. La desaparición del carbón como fuente de energía y las complicaciones del uso del gas dejaban un escenario alentador. Sin embargo, las consecuencias negativas de la extinción de la minería no se quedan solo ahí.
Si la minería dejara de funcionar las cantidades almacenadas de arena y grava, esenciales para elaborar hormigón, serían bajas y se agotarían en dos o tres semanas. La arena y la grava son los materiales sólidos más extraídos en masa. Existe cierta capacidad para reciclar hormigón usado, pero la cantidad que usaríamos supera con creces las tasas de reciclaje actuales y futuras.
También habría problemas de calidad. La mayor parte del hormigón reciclado sirve para usos de grado inferior, como la construcción de carreteras, si bien habría prisa por mejorar los procesos de reciclaje, la construcción de nuevas viviendas se desplomaría a corto plazo.
La detención de la minería afectaría a los metales, muchos metales extraídos se negocian a través de bolsas en Londres y Nueva York, donde las cifras negociadas denotan el movimiento real de las existencias físicas en almacenes de todo el mundo. Para el cobre, un excelente conductor que es esencial para casi todos los productos electrónicos, las reservas se reducirían a nada en unas seis a diez semanas. Esto llevaría a que el precio de los metales se dispare, y con ello su robo, la escasez revelaría hasta qué punto los metales se han convertido en el alma de la sociedad.
En al menos 18 países, los minerales metálicos y el carbón representan más de la mitad de todas las exportaciones; para algunos es más del 80%. en un escenario sin minería de metales, todas las economías de países como Surinam la República Democrática del Congo y Mongolia, estarían en riesgo.
Sería el fin de la sociedad tal como la conocemos hoy ya que extraemos más ahora que antes. Un buen ejemplo de nuestra creciente dependencia de los metales es el teléfono celular promedio. En la década de 1980, un celular necesitaba unos 20 elementos diferentes, actualmente necesita más del doble. Alrededor de tres meses después del final de la minería se terminarían las reservas de metales de tierras raras y otros metales útiles para la tecnología, lo que generaría preocupación para las industrias farmacéutica, automotriz, electrónica y de la construcción.
En el momento del colapso de las cadenas de suministro, las reservas de petróleo finalmente se agotarían. La producción de gasolina, diésel, plásticos y asfalto para carreteras llegaría a su fin. Y con ellos, la era de los combustibles fósiles. Después de unos meses, los suministros mundiales de alimentos estarían en crisis. Se estima que el 50% de la producción de alimentos depende de los fertilizantes sintéticos, que se componen de diversas fórmulas de fósforo, potasio y gas natural.
Las energías renovables, sin embargo, serían los reyes definitivos. Las naciones con la mayor generación de energía renovable por persona tendrían una gran ventaja. Islandia y Noruega en Europa, o Costa Rica y Uruguay en Latinoamérica, que obtienen casi toda su energía de fuentes hidroeléctricas y geotérmicas, estarían entre las naciones mejor equipadas para capear la tormenta socioeconómica.