La nación insular de Nauru invocó el pasado mes de junio una disposición legal para acelerar los trámites de legalización de la minería en aguas internacionales. Esta circunstancia obliga al organismo responsable, el Consejo de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos de la Organización de las Naciones Unidas, a finalizar el procedimiento para mediados de 2023; hasta entonces la explotación del lecho marino se considerará una actividad ilegal.
Nauru es la república más pequeña del mundo: un atolón coralino del océano Pacífico, a 42 kilómetros al sur del ecuador y a 4.000 kilómetros al noreste de Australia, cuya principal fuente de ingresos es la extracción y exportación de fosfato. Su presidente, Lionel Ainginea, ha insistido en la urgencia de regular la minería submarina para que la industria pueda avanzar.
Los partidarios de explotar las profundidades del mar argumentan que, además de ser una actividad necesaria para suministrar materiales a las tecnologías renovables, resultaría menos perjudicial para el medioambiente que la minería terrestre. Los detractores, sin embargo, señalan que se ocasionaría un daño grave a los ecosistemas marinos. Empresas como Google, Samsung y BMW han firmado un llamado del Fondo Mundial para la Naturaleza para prohibir la minería submarina y se han comprometido a mantener la materia prima que pudiera proceder de ella al margen de sus productos, cadenas de suministro y actividades financieras.
Mediante la minería submarina se quiere obtener elementos de tierras raras y otros metales y minerales que se encuentran a miles de metros por debajo de la superficie del océano. Las exploraciones realizadas hasta la fecha han revelado que existen diferentes tipos de yacimiento: depósitos de sulfuro masivo, de los que pueden extraerse oro, plata, cobre y zinc; corteza rocosa procedente de montañas submarinas, compuestas por hierro, manganeso y cobalto; y por último nódulos polimetálicos, que se depositan sobre el lecho marino y pueden recogerse sin necesidad de perforarlo.
La zona Clarion-Clipperton ya se considera un posible foco de explotación. Se trata de un tramo oceánico entre Hawái y California que comprende 4.500.000 kilómetros cuadrados de entre 4000 y 5500 metros de profundidad, y que alberga billones de nódulos ricos en minerales.